Adiós, Kike

Hace unos años, aprovechando uno de los viajes que solía hacer a Lima para reencontrarse con sus querencias, le dije a Kike para reunirnos en el Centro. La redacción de El Comercio quedaba aún en el cruce de Miró Quesada y Lampa, y tras almorzar una parrilla con unos amigos, fuimos hacia allá para que se reencontrara con su casa, esa donde se hizo periodista.

Pocos lo reconocieron. Había demasiados rostros lozanos, demasiadas cabelleras espesas y negras en la sala del segundo piso. Apenas algunos editores se acercaron y rieron un rato con el flaco de sonrisa infinita, goleador de los torneos de fulbito, conversador infatigable y chambeador como pocos.

Kike formó parte de una generación de reporteros irrepetible en la historia de El Comercio, valientes trotacalles que sin más interés que la búsqueda de la verdad se enfrentaron a poderes de toda laya.

Desde la pequeña pero briosa sección Metropolitana, Kike escribió reportajes que lograron salvar los Pantanos de Villa de las garras de la trasnacional Lucchetti. Luego se disfrazó de vendedor ambulante para desenmascarar la mafia que lotizaba las veredas de la avenida Abancay y formó parte del equipo que encabezaba Ricardo Uceda que puso al descubierto la fábrica de firmas de Perú 2000, que hirió de muerte al régimen de Alberto Fujimori.

La vida le metió algunas zancadillas que mermaron su físico, más no su lucidez ni su gran sentido del humor, que acompañaba con una risotada que podía escucharse a varias cuadras a la redonda. Las páginas del Nuevo Herald de Miami se nutrieron de su tenacidad y su olfato para las noticias hasta que le dieron las fuerzas. Hoy que sabemos que ya no leeremos sus textos ni sus estados de Facebook relatando cómo iba recuperando el dominio sobre su cuerpo, el dolor es inmenso. Porque además de buen amigo, era un gran periodista y que se vaya uno de su calibre en tiempos en que algunos creen que lo son por vomitar el adjetivo más grueso a los más altos decibeles, es una pérdida gigantesca. Para quienes lo admiramos y para quienes seguimos amando el buen periodismo.